salud

LA SALUD O SU AUSENCIA (LA INFECCIÓN, POR EJEMPLO) COMO NOTICIA

No es cuestión de épocas, modas, tendencias o tecnologías. Desde siempre la salud y, por ende, su ausencia, han sido noticia . Nació el concepto salud con el propio ser humano y la noticia, la capacidad voluntaria o no de generar, recibir, formar parte de la información, también.

Desde el principio de los tiempos, cuando aquel ser cejijunto, un algo todavía encorvado como no acabando de aceptar su destino de bípedo, cuando aquel Homo Sapiens tosco y velludo, comenzaba a habitar este planeta. Cuando faltaban en la historia más de 30.000 años para que Gutenberg inventase la imprenta y, por supuesto, lejanísimo se adivinaba el día en que algún ser humano pudiera ser llamado periodista, la salud era noticia.

Desde el instante mismo en que aquel ser primitivo del que nos llegan vagas referencias se machacó un dedo con una roca, o se indigestó al probar algún elemento nuevo de la naturaleza o, sencillamente, se hirió en la caza o al disputar algún bocado con algún rival y aquella herida se infectó… se estaba haciendo noticia de la salud.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define salud como “el estado del ser orgánico en el que el funcionalismo de todos los órganos y sistemas se desarrolla adecuadamente”. Como segunda acepción alude a “las condiciones físicas en las que se encuentra, en un momento dado, un organismo”.

El mismo Diccionario puntualiza que noticia es “la divulgación de un suceso. Novedad que se comunica en cualquier arte o ciencia”. Noticiar sería, en consecuencia, “dar noticia o hacer saber una cosa”.

Ciñéndonos a esas definiciones se llega a la conclusión obvia de que desde el momento en que alguien le contó a alguien o alguien respondió acerca de cómo se encontraba, , salud y noticia comenzaban de la mano un largo viaje que llega, acaso con mayor lógica que en ningún otro punto de la historia, hasta este hoy nuestro en el que el planeta está inmerso en lo que se ha dado en llamar comunicación global. Un escenario en el que las nuevas tecnologías y esa derivada que constituyen las redes sociales, amplían de forma exponencial todos los ecos.

El eco de la infección

Esa parcela de la información, la que tiene a la salud y su ausencia como objetivo, tiene en el apasionante mundo de la infección uno de sus protagonistas esenciales.

La realidad, y lo que los medios de información recogen de esa realidad, confirman que en el momento actual las enfermedades infecciosas constituyen una de las primeras causas de morbi-mortalidad, siendo directas responsables de una de cada cuatro consultas médicas lo que, no hace falta insistir, repercute de forma notable en el incremento de los costes de la atención sanitaria.

Aunque los avances científicos y médicos en el conocimiento de los agentes patógenos implicados en los procesos infecciosos, la mejora del arsenal terapéutico con el desarrollo de tratamientos eficaces y la extensión de medidas de salud pública han logrado que las infecciones hayan descendido como causa de mortalidad en el mundo occidental, el hecho es que siguen siendo una de las primeras causantes de muerte a nivel mundial.

Cierto es que las tasas de mortalidad que comprometen a los procesos infecciosos se redujeron de forma drástica en torno a la década de los cincuenta del siglo XX como consecuencia de la aparición de antimicrobianos muy eficaces. Pero no lo es menos que en los últimos veinte años se ha experimentado un repunte notable de la mortalidad que parece tener su explicación en la aparición de resistencias farmacológicas y en el rebrote de procesos infecciosos que en el mundo occidental estaban prácticamente resueltos.

17 millones de muertes al año

Al establecer un listado de los responsables principales de los 54 millones de fallecimientos que anualmente se producen en el mundo, la Organización Mundial de la Salud puntualiza que el primer puesto en ese triste podium lo ocupan las enfermedades cardiovasculares y el segundo, las infecciosas.

Un más que preocupante informe de la propia OMS puntualiza que una de cada dos muertes entre los adultos jóvenes y la población infantil del planeta tiene su origen en seis enfermedades infecciosas: sida, malaria, tuberculosis, sarampión, afecciones diarreicas e infecciones respiratorias agudas. Nada menos que 17 millones de muertes al año.

Este informe concluye alertando a los gobiernos, a los responsables sociales y a las entidades privadas relacionadas con el mundo asistencial y de la salud, para que no bajen la guardia y emprendan o refuercen las acciones encaminadas a la prevención y a la lucha frente a este grupo de patologías.

Haciéndose eco de la realidad científico-médica, los medios de comunicación llaman la atención acerca de la necesidad de no distraer la atención y redoblar los esfuerzos ante una serie de hechos evidentes. Los expertos apuntan que uno de los primeros es la identificación de nuevos gérmenes causantes de nuevas enfermedades emergentes.

Los movimientos migratorios de regiones deprimidas a zonas de mayor desarrollo es otra incontestable y creciente realidad que puede generar, y de hecho está provocando, el rebrote de enfermedades clásicas que en algunos casos estaban prácticamente olvidadas.

La creciente capacidad viajera de la población mundial, lo que conocemos popularmente como turismo exótico, aporta un no desdeñable grano al cesto de las enfermedades importadas, como el paludismo, la peste neumónica, la gripe aviar y distintos tipos de fiebres infecciosas.

Como es bien sabido, otro aspecto no desdeñable es la reconversión o descubrimiento de que ciertas enfermedades clásicamente no consideradas infecciosas lo son, como es el caso de la úlcera gastroduodenal o la hepatitis crónica C.

A esta situación hay que sumar la aparición de enfermedades que se trasmiten al ser humano desde el ganado, como la variante de la enfermedad de Creutzfeld-Jackob, el problema de las infecciones nosocomiales y el de los pacientes inmunodeprimidos , como los oncológicos o los sometidos a trasplante, y por supuesto el que genera el inadecuado o abusivo uso de antimicrobianos que redunda en el incremento de la resistencia bacteriana, y en la reducción de la eficacia terapéutica. Este último aspecto es ya en la actualidad un importante problema de salud pública y parece que no dejará de serlo en un próximo futuro.

Rigor y veracidad

Al centrar el moderno enfoque en el binomio salud-noticia, cabe tomar como referencia dos puntos de un texto que para nadie admite discusión, la Constitución Española, en el que ambos tienen una regulación expresa.

Por una parte, en el articulo 43.1, “se reconoce el derecho a la protección de la salud” y, por otra, el articulo 20.1 puntualiza “el derecho a recibir información veraz por cualquier medio de difusión”.

Como vemos, además de regular, la Constitución introduce un elemento nuevo. Un elemento clave que adquiere, dado el campo informativo del que hablamos, una dimensión fundamental, muchas veces infravalorada, o incluso olvidada: la veracidad.

Sin veracidad, la información pierde su sentido en cualquier área de la comunicación, pero la pierde de forma dramática cuando hablamos de salud. Hay que afirmarlo con contundencia pues en este ámbito  la alarma social que puede generar una información manipulada o poco rigurosa, – o en el polo opuesto pero no menos indeseable, las falsas expectativas -, es directamente proporcional a la falta de rigor. Los ejemplos reales están ahí.

En definitiva, los muchos millones de personas que diariamente son usuarios y receptores de la información merecen el respeto y el respeto atiende a dos palabras: rigor y veracidad.

Aunque todavía hay quien se empeña en no querer verlo, se impone de manera incontestable la especialización de quien informa, una cuestión que es, al tiempo, deber y derecho. Deber por parte de un profesional que, de esa forma, se convierte en un informador en proceso de formación continua. Derecho, por cuanto la población debe exigir la mejor información posible, especialmente sobre un tema como la salud cuyo dominio público se ensancha más y más cada día.

En definitiva, las encuestas y el día a día confirman que las informaciones y los mensajes que provienen del trabajo de los profesionales de los medios de comunicación son leídos, vistos, escuchados, recibidos en definitiva cada día por una gran cantidad de personas. Aludir a este hecho es referirse al papel formativo y de educación sanitaria de la población, plano en el que debe integrarse y valorarse en justicia el importante papel de los medios de comunicación.

Javier López Iglesias

Periodista

Relacionados

Un comentario

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *