El paciente se impacienta porque el médico no le medica. Ni tampoco le ofrece paz ni ciencia.

Tan sólo le recomienda tomar el sol (dice que es lo único que entra en el Seguro de Enfermedad), pero, cuando el paciente sale a la calle, el sol no sola, aunque el día parece despejado.

La calle no calla y el ruido le aturde, provocándole crispacienteis epilépticas de impaciencia. Como la paciencia tiene un límite, el paciente entra en la iglesia más cercana y le pide al cura que le cure, pero este no puede ofrecerle otra cosa que darle algún santo óleo y, si acaso se emp

eña mucho, dárselos todos. Definitivamente, no es su día.

Se arma de un valor que sólo él valora, y decide ir a la playa con las mismas intenciones que llevaron al río a Virginia Wolf. Sin embargo, el mar no mara con la marea tan baja, y las olas apenas olan lo suficiente para cubrirle los tobillos. No aguanta más, se ahoga en la impaciencia.

Dimite de todo. Hasta el día siguiente, en el que todo volverá a repetirse. Y así, hasta que el amor amore de nuevo.

(Microrrelato extraído del libro Ajuste de Cuentos, de José González Núñez, editado por Arráez Editores y KOS, Comunicación, Ciencia y Sociedad, 2013)

Relacionados

Sobre el autor

Doctor en Farmacia
Autor de los libros: La Historia oculta de la Humanidad, La Farmacia en la Historia, Ajuste de cuentos y Viaje al levante almeriense, entre otros

2 comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *