Antibacterianos antiprotozoos

Antibacterianos antiprotozoos

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Puede parecer un contrasentido, so pena que contemplemos un espectro de acción tan amplio, que el antimicrobiano en cuestión sea capaz de actuar, tanto sobre bacterias (células procariotas) como sobre protozoos (células eucariotas). Pues hay bastantes que lo son. Esta situación viene a romper un esquema conceptual de toxicidad selectiva sobre patógenos que respetaría las células eucariotas del huésped.

Significaría que al margen de seguridad terapéutica (eficacia-efectos secundarios) es muy reducido y siempre se ha reconocido un espectro tan amplio como algo anecdótico, casi excepcional. Sin embargo es muy frecuente como veremos a continuación.

Derivados nitrofuranos. Su forma de actuar es alterando el DNA. El más conocido y utilizado es la nitrofurantoina indicada en infecciones urinarias bacterianas. Entre otros está elnifurtimox, de elección en la fase aguda de la tripanosomiasis. Según describe Docampo en 1984, su acción se debe a la capacidad de formar radicales reactivos de oxigeno (aniones superóxido, peróxido de hidrógeno y radicales hidroxilo) tóxicos para el parásito.

Otro es la furazolidona, inhibidor de la monoaminooxidasa; es el único agente antigiardia que se dispensa en presentación líquida, mas apropiado en pediatría.

Los nitroimidazoles son fármacos activos contra protozoos tisulares derivados de los imidazoles, compuestos azólicos heterociclicos. El primer compuesto azólico, el benzimidazol, fue descrito en 1944, por Wooley. El metronidazol es el antimicrobiano mas conocido como específico frente a bacterias anaerobias.

Sin embargo no fue investigado para esta indicación. Sintetizado en Francia por la casa Rhône-Poulenc en su empeño de encontrar un antibiótico eficaz frente a Trichomonas vaginales. En 1959, Cosar y Julou a partir de una cepa de Streptomyces, obtienen una sustancia denominada azomicina, con actividad frente a este protozoo. Por modificación química de la misma, se obtiene en los años 1960, el metronidazol.

Su actividad no solo se limita a su acción antiparasitaria, (G. lamblia E. histolytica, Blastocystis, Balantidium coli), siendo el fármaco de elección en la tricomoniasis, sino que se comporta como antimicrobiano potente, especialmente frente bacterias anaerobias, como demostró D. Shinn en 1962. Otros derivados de semivida más prolongada son el tinidazol, ornidazol, nimorazol y secnidazol, con propiedades tricomonicidas y amebicidas similares al metronidazol, pero con menores efectos secundarios.

Posteriormente se desarrollaron otros imidazoles y triazoles, que fueron comercializados entre 1977 y 1995, entre ellos el ketoconazol, incorporado en la clínica en 1977 para el tratamiento de las micosis, y el itraconozal que apareció en el año 1985. Su eficacia como antiprotozoarios es variable y se basa en la alteración de la membrana de Leihsmania inhibiendo con ello su síntesis.

El benznidazol, derivado nitroimidazólico que aparece en los años 1980, como agente efectivo en la enfermedad de Chagas, fue utilizada como alternativa, al nifurtimox por su eficacia similar, pero mayor toxicidad.

En 1994 Mishra y col al igual que Davidson y col publican los resultados obtenidos en el tratamiento del kala azar, con el viejo y potente antifúngico amfotericina B. Se utiliza como alternativa a la pentamidina o a los antimoniales en el tratamiento de la leishmaniasis visceral, y como fármaco de elección para la meningoencefalitis amebiana por Naegleria.

Su mecanismo de acción podría ser semejante al antifúngico alterando la estructura del parásito mediante su unión específica a la membrana.

Entre los antibióticos empleados en las parasitosis encontramos: Las tetraciclinas dentro de ellas (aureomicina y terramicina) fueron los primeros antibióticos que se estudian en los años 50 por numerosos investigadores frente a la amebiasis, con resultados poco satisfactorios, obligando a continuar la búsqueda de una medicación más eficaz. En 1951 Loughlin y cols comenzaron a utilizarla en la oxiuriasis humana con resultados favorables, confirmados por otros autores.

El mecanismo se desconoce; es posible que al alterar la flora intestinal priven al parásito de alguna sustancia fundamental para su nutrición, o bien que actúen directamente sobre un proceso vital de los oxiuros. En 1955, Ruiz Sánchez y cols tratan a enfermos de paludismo con terramicina, obteniendo resultados positivos, con desaparición de los síntomas y del parásito en la sangre periférica, excepto para las formas sexuadas de P. falciparum.

No se usa en la práctica habitual. La doxiciclina, derivado semisintético de la tetraciclina, de acción más prolongada, es recomendada desde 1988, por la CDC (Centers for Disease Control) en la profilaxis a corto plazo del paludismo para viajeros a Tailandia. La cloromicetina tampoco ha dado resultados significativos en la amebiasis, no así en el paludismo donde en 1955, declararon algunos casos de curación.

Bacitracina se ha utilizado en la amebiasis con buenos resultados. Chan y Brown, observaron en 1953, que administrada junto a una sulfamida intestinal (sulfaguanidina o sulfasuxidina) en la mayoría de los casos se consigue la expulsión total de los enterobius vermicularis.

Fumagilina ha sido utilizado por diversos autores en la amebiasis con resultados bastante alentadores. Tiene un gran poder amebicida in vitro y en los animales de experimentación previamente infectados. Puede ser un alternativo en la Microsporidiosis.

Una situación distinta se da con la paromomicinao aminosidina, aminoglucósido aislado de una cepa de Streptomyces rimosus variedad paromomicinus, hallada en Colombia en 1959. Es un amebicida de la luz intestinal o de contacto con actividad frente a E. histolytica, G. lamblia, y Leishmanias.

Presenta cierta actividad frente a los Cestodes, pero rara vez es empleada con este propósito. En el caso de las Leishmanias se sabe que altera el RNAm del parásito. Empleada como alternativa en 1990 en la India y Kenia, frente a leishmaniasis, es el único aminoglúcosido con eficacia clínica frente a Leishmania.

Sulfonamidas Desde 1932 en que se obtuvo la primera, se han buscado indicaciones en protozoología. La combinación de sulfadiazina con pirimetamina, resulta útil en la infección por Toxoplasma gondii, Crytosporidium y, paludismo por P. falciparum resistente a cloroquina.

La sulfadoxina asociada a pirimetamina, es el fansidar, compuesto muy activo en el tratamiento y la profilaxis del paludismo por P. falciparum resistente a cloroquina. El fansimet es la combinación de pirimetamina, sulfadoxina y mefloquina, que desde 1980 viene empleándose en profilaxis y tratamiento frente a cepas de P. falciparum resistente a cloroquina. Trimetoprima-sulfametoxazol indicado en Pneumocistis carinii ha adquirido una gran importancia en el contexto del SIDA.

Finalmente, otras familias como las lincosamidas y macrólidos tienen también su importancia en la quimioterapia antiprotozoaria. La clindamicina, es obtenida por Magerlein y col. en 1966, junto con la pirimetamina se emplea como alternativa en pacientes con SIDA que no toleran la sulfadiazina.

En asociación con la prepnisona se emplea en la toxoplasmosis ocular en pacientes con SIDA, y en combinación con la quinina, en la babesiosis y la malaria. Macrólidos como la espiramicina, aislada en 1952, es activa frente al Toxoplasma gondii y Cryptosporidium. La roxitromicina, azitromicina y ketolidos se ensayan en la actualidad frente a Toxoplasma, Crystosporidium etc.

Se demuestra que, curiosamente, los antibacterianos no tienen un único mecanismo de acción contra lo que algunos podrían pensar.

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