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¿Sabias que el “turismo” médico infeccioso es polifacético?

En sentido muy restringido, se refiere a los viajes asociados a vacaciones para recibir mejor atención médica. Se habla con más propiedad de “turismo sanitario”. Sería una especie de “turismo” centrípeto que se dirige hacia el foco sanitario. En general es centrífugo si media la infección.

Pero en cualquier caso se presta a confusión con turismo de salud o control sanitario en turismo, enfermedades (infecciones) del viajero, turismo sexual e infección etc. etc. Revisaré diferentes facetas.

Se suele citar el santuario de Asclepio, en una zona griega de buenos viñedos, como el primer centro de peregrinaje en turismo sanitario, pero está documentado que en varias culturas a los leprosos, algunos mal diagnosticados, se les obligaba a hacer “turismo”, expulsándoles a zonas o islas deshabitadas donde constituían poblados fantasmagóricos. Otra modalidad emerge con el hospital Al-Masuri (El Cairo, 1248).

Este gran hospital, adquiere tal prestigio en viruela, sarampión y otras infecciones que se convierte en lugar de visita para enfermos pudientes con secuelas. También se produciría la situación inversa. Cuando un médico adquiría fama era llamado a los centros de poder.

Sin embargo el primer episodio de turismo infeccioso “centrífugo”, o sea no convencional lo documenta G. Boccaccio. Testigo de la peste que asoló Florencia en 1348, escribió el Decamerón.

Relata cómo 10 jóvenes, para escapar de la peste, pasan 14 días de la mejor forma posible en una villa aislada disfrutando de la música y otros placeres. Esta conducta se repetiría en numerosas ciudades azotadas por la peste.

A finales del XIX, las epidemias de cólera suponen una preocupación que evoluciona a miedo o pánico de la población y confusionismo en las autoridades.

En España, siguiendo la tradición, ante la ausencia de remedios definitivos y la desconfianza de muchos con la vacuna de Ferrán se proponen medidas curiosas. Desde la R. A. de Medicina, nada menos, se aconseja que ante la aparición de una epidemia se aplique la normativa de las tres L: salga Luego (enseguida, en castellano antiguo) vaya Lejos, vuelva Luengo (tarde). Naturalmente era de aplicación solo para ricos.

El turismo sanitario convencional, se practicó intensamente con los hospitales antituberculosos, situados generalmente en zonas estratégicas de la montaña .

Los enfermos cambiaban sus hábito de vida: reposo, descanso y paseos por galerías bien aireadas y soleadas, buena alimentación, lectura, escritura… Recordar “Pabellón de reposo” o “la montaña mágica”. Salvando las distancias, otro tanto ocurrió con los lazaretos. La ubicación en idílicos parajes, higiene, comida y atención social compensaba, en parte, los efectos de la enfermedad.

Desde siempre, muchas “familias bien” de la ciudad enviaban a sus hijos de vacaciones a convivir con niños “de pueblo” para que se contagiasen de su salud.

En los nuevos “party” infecciosos, de dudosa ética, cuando se tiene conocimiento de un niño enfermo por un proceso infeccioso transmisible leve se convoca una fiesta a la que acudirán sus amiguitos. Como si de muezcas se tratara, una infección menos en el futuro. También ocurre en las guarderías.,

Otra situación diferente es el del turismo ¿forzoso? al que se ven empujados, para tratar su enfermedad, muchos enfermos de SIDA, que se trasladan de ciudad o de país si quieren mantener su intimidad.

Hay una nueva posibilidad: El encuentro inopinado del turista con la infección como en los siguientes casos: Los turistas sexuales que parecen buscar agentes de ETS, con frecuente éxito; los que quieren comprobar personalmente los múltiples sinónimos de la diarrea del viajero; los que quedan atrapados en el, cada vez más popular, turismo de crucero con problemas de infecciones cuarentenables etc.

No quedan libres los turistas sanitarios que, buscando ciencia y exotismo a bajos precios, vuelven a sus países con patógenos exóticos o nuevas resistencias. Como se publicó en Lancet, referido a congresos médicos en Asia.

Como los reporteros de conflictos bélicos, hay sanitarios con una irresistible atracción hacia el foco de conflicto. Le pasó a R. Koch que viajó a Egipto en la búsqueda del V. cholerae en épocas epidémicas, Nicolle a Túnez para investigar el piojo vector del tifus, H. Ricketts a Méjico (tabardillo), Red y Finlay a Panamá (fiebre amarilla) y numerosos sanitarios de ONGs que asisten e investigan alejados de su hogar.

Muchos enfermaron y algunos murieron. El último ejemplo lo asociamos al SARS. Destinado a Hanoi, el Dr. Urbani, que fallecería en pocos días, asiste al primer caso y da la alarma. Más de 150 sanitarios enfermarían también. Mientras tanto se desata el pánico en Hong-Kong saturándose todos los vuelos de salida en un claro movimiento centrífugo. En definitiva, la globalización, hábitos, comunicaciones, etc. ofrecen ejemplos muy variados pero los modelos, que son polifacéticos, siguen siendo los mismos.

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