el seis

9 Números: El seis

Cuando pienso en el seis, me asaltan muchas dudas, pero al final, me tengo que rendir a la evidencia: el seis es un número perfecto. La suma de sus divisores (1, 2 y 3) es igual a su producto y a sí mismo, es decir: seis. Pero no es perfecto solamente por eso. Físicamente es más bien culón, pero no patigordo. Las mozas de mi pueblo siempre fueron culibajas y patigordas, pero de una salud exuberante, porque una buena posadera es señal de larga vida, dado que “mucho resiste lo que bien se asienta”, como todos sabemos. Prueba de ello es la longevidad de los elefantes o de mi tía abuela Cirila, sin ir más lejos, que para poderla enterrar hubo que falsificar su carné de identidad, que el cura no se lo creía: ¡117 años, qué osadía! El seis es un número muy saludable. Tal vez por eso lo eligió el diablo como mascota (y por triplicado ejemplar, 666), pero no contaba con las habilidades seccionadoras del dos, que lo convirtió en dos 333, número místico por excelencia. En cualquier caso, yo he vivido en una larga calle, en Barcelona, en el número 666 y salvo la cocina, que era propia de un Gulag, lo demás era bastante normalito. Bueno, hubo un incidente. Conocí a cierto individuo que pertenecía a la VES (voluntary euthanasia society) de Amsterdam y trató de hacer proselitismo con un servidor (flojito en orientación, el pobre). El caso es que a los quince días apareció muerto sobre su cama, según el forense con una arroba de barbitúricos en las asaduras.

9 NÚMEROS

El hexágono es el símbolo del seis (y de la vida, en cierto modo), rey de la energía y modelo de simetría para las abejas y RUMASA. El hexágono defiende muy bien el plano, como el cuadrado, sin tener que cambiar de apostura, como le sucede al triángulo y al pentágono, por ejemplo. Por eso y solo por eso, los panales de las abejas son planos. Lo de RUMASA es por hacerse notar. La diferencia entre el hexágono y el cuadrado estriba en el mejor aprovechamiento superficial de aquél, como vemos en las figuras:

Mientras que el hexágono genera una multitud de triángulos, el cuadrado se planta en cuatro. El triángulo es el elemento básico constitutivo de un plano superficial, de manera que, a más triángulos mayor capacidad generadora de espacio. Cuenten los triángulos del hexágono y se sorprenderán del resultado, otro número mágico.

Además, el seis es la representación de la energía: benceno, glucosa… y de la sumisión en aras de un bien ajeno (ciclopentano perhidro fenantreno, base de muchas hormonas y del colesterol, por ejemplo). Les propongo un experimento: corten en papel secante un hexágono regular, mójenlo con alcohol y deposítenlo sobre un platito, de los de pan, untado de aceite. Déjenlo actuar cinco minutos. Levanten el papelito con una pinza y observen el fondo sobre el que se asienta. No verán gran cosa, porque no les he dicho lo fundamental: que el plato sea blanco y que la grasa sea coloreada (por ejemplo, con pimentón de La Vera). Al levantar el papelito observarán dos cosas: una zona muy limpia y unas estrías o un punteado de color rojizo. La grasa sigue las líneas de los hipotéticos triángulos. Si eso lo hacen con un hexágono de 100 metros de diámetro mayor y lo riegan simplemente con cualquier diluyente orgánico, limpiarán una gran mancha de aceite o de otro residuo graso, viéndose las rayas mucho más claramente. Si el papel es como el de cocina, más evidente aún, por su rugosidad. Bueno, si no les sale yo no tengo la culpa: “errare humanum est”.

La tabla de multiplicar del seis es muy curiosa. Vamos a sumar sus productos:

  • 6 x 1 = 6
  • 6 x 2 = 12 … 1 + 2 = 3 = 6/2
  • 6 x 3 = 18 … 1 + 8 = 9 = 6 + 6/2
  • 6 x 4 = 24 … 2 + 4 = 6
  • 6 x 5 = 30 … 3 + 0 = 3 = 6/2
  • 6 x 6 = 36 … 3 + 6 = 9 = 6 + 6/2
  • 6 x 7 = 42 … 4 + 2 = 6
  • 6 x 8 = 48 … 4 + 8 = 12 … 1 + 2 = 3 = 6/2
  • 6 x 9 = 54 … 5 + 4 = 9 = 6 + 6/2

La serie de diferencias posee un intervalo de 6 + 6/2 + 6 + 6/2. Para calcular el intervalo entre cada producto de números naturales, habremos de sumarlo todo y dividir por tres, como es lógico:

6 + 6/2 + 6 + 6/2 = 12 + 12/2 = 18 = 6 x 3 >>> (6 x 3) / 3 = 6, como no podía ser de otra manera. Pero si nos fijamos en la serie, vemos que es 6, 3, 9. Eso, llevado al terreno de la suma, es: 6, -3, +6. Todo esto viene a cuento de la íntima relación existente entre el 3 y el 6, como se demuestra en el hexágono y como demuestran las abejas en su vida diaria.

La estrella de seis puntas es la estrella de David, base de la bandera del estado de Israel y cuyos orígenes pertenecen a la leyenda, pues la estrella de David más antigua encontrada data del siglo III de nuestra era, en Tarento, al sur de Italia. En España, un judío de Toledo llamado Reb Yosef bar Yehuda ben Marvas poseía un manuscrito, al parecer no original, datado en 1307, decorado con el llamado escudo de David o estrella de David. La leyenda cuenta que cuando el rey David huía perseguido por los filisteos, se ocultó en una cueva. Tras entrar en dicha cueva, una araña tejió su tela con la forma de la famosa estrella (dos triángulos cruzados, perimetrando un hexágono) y al llegar los filisteos (que debían de ser muy bobos) y ver la telaraña, pensaron que nadie había pasado por allí en tiempo y se dieron el dos. Ante tamaña fortuna, el rey David dicen que adoptó la susodicha estrella como escudo protector de su casa. No pasa de ser un cuento judío.

Vemos que el hexágono y el triángulo (el seis y el tres) poseen, una vez más, relaciones muy íntimas.

El seis ocupa un lugar intermedio entre el tres y el nueve, pero multiplicado por diez hace 60, que son los minutos de cada hora y los segundos de cada minuto. El día tiene 24 horas, producto de 6 por cuatro o de dos al cubo por tres. Otra vez vemos la relación del tres y el seis. Aunque lo más obvio son los 360º de la circunferencia, con el tres, el seis y el nueve, si los sumamos. Igual pasa con el ángulo recto, que resulta de sumar sesenta y treinta. El sistema sexagesimal de medida es heredero del seis, como se evidencia.

Para calcular ángulos en la antigüedad (y en la actualidad, si eres pobre) se usaba el sextante, orientándonos en la navegación con respecto a las estrellas. Yo creo que el seis, pese a su culera, posee connotaciones eróticas en inglés. Fijémonos que de six a sex, solo hay una letra intermedia. En castellano, por determinadas zonas, se dice “seis” por “sois”, cambiando en este caso la o por la e. No me choca, puesto que muchas veces no sabemos hacer la o con un canuto. A mí se me olvida con frecuencia, porque no se si poner el canuto de frente o de perfil, especialmente tras la ingesta de anís Machaquito, que es ladino y traicionero como pocos. Por eso siempre les recomiendo el Jack Daniel`s, preferiblemente el single barrel, que no posee esos efectos secundarios. No prueben la cerveza en ayunas, que la hacen con todo lo que arramplan por esos campos de Dios. Y el vino, ni olerlo, salvo el Vega Sicilia, que merece la pena hacer un esfuerzo y el fino la Ina, que evoca recuerdos de la infancia, cuando uno no tenía tiempo para pensar en el seis, porque corría detrás de seis – precisamente– mozas con una ferocidad propia de una cántara hormonal fresca y rebosante. Ahora no, ahora jugamos al golf. ¡Qué pena!

La matemática es ocupación propia de la edad madura, cuando la tiranía de los instintos da paso al espanto del aburrimiento, teniendo que llenar la vida con cualquier sandez de corte discursivo, a ver si así va pasando el tiempo sin darnos cuenta de que nos hacemos viejos. Hoy es el seis, mañana las lentejas… ¡qué se yo!

Por cierto, los seis condimentos esenciales de toda cocina moderna son: la sacarina (azúcar si no se engorda o se es joven), el aceite de oliva Virgen Extra, que puede ser de Baena o de la Toscana, la sobrasada mallorquina de piel negra (o cualquier mariquitería light, para consolarse, cuando no se puede, como el paté de aceitunas), la sal marina gorda (o la potásica, para los minusválidos tensionales), el café natural arábica de Colombia (o el fétido descafeinado, para los “averiaos”) y muchas naranjas, siempre muchas naranjas. Lo mejor, para ser feliz es tener a mano unas pocas lentejas, para ahuyentar al Coruxo, un duende

(GG = Gamberro Gallego) que pellizca a las señoras y da patadas en el culo a los señores, pero que posee una debilidad: le gusta mucho contar, aunque solo sepa contar hasta tres. Así es que si se deja un puñado de lentejas en un plato de la cocina (su hábitat preferido), el Coruxo se pone a contar: uno, dos tres…, uno dos tres… y al segundo uno, dos tres, no sabe por donde va, se desespera y se marcha. Otra vez la magia del tres. El Coruxo es hijo de la Coruxa. El conxuro de la queimada se inicia: mouchos, coruxas, sapos e bruxas… (búhos, lechuzas, sapos y brujas…), pero el Coruxo es en parte lechuzo y en parte duende. Es un híbrido picarón,

No obstante, lo mejor del seis, en mi experiencia vital, han sido dos cosas. La primera es que viví en el sexto piso (un ático) de la calle santa Bárbara nº 3, cuando era estudiante liberado en Granada (junto a la delegación de Hacienda) y gozaba de las mieles del libertinaje (¿cómo podría aprobar algo con ese régimen de vida?). Bueno, para lo que pasa hoy…, cursiladas y ridiculeces, pero entonces yo era un adelantado a mi tiempo. No digo el año por no llorar. Y la segunda es un enigma que mi madre –Dios la tenga en su gloria– se llevó a la tumba. Desde los dieciocho años viví de forma independiente, pero con una relación de cariño extraordinaria con mis padres y hermanos. Siempre que iba a casa, mi madre me regalaba seis pares de calzoncillos (¿?), hasta que, teniendo ya una montaña de los susodichos, empecé a regalar calzoncillos a los amigos, pues no me cabían en casa. Bueno, pues al final había lista de espera. Pero digo yo, mi madre, una mujer de su tiempo, muy aficionada al arte, buena pianista y normal en todo lo demás, ¿por qué le entraría esa manía? Se lo pregunté con el tiempo y jamás me contestó. Yo creo que alguna razón tendría, porque era cualquier cosa menos tonta. Y siempre seis, una cosa rara.

Vemos que el seis no es tan malo como su prensa dice, ni tan bueno como lo pregonan. Es… el seis y punto.

Tal vez por eso me levanto todos los días a las seis de la mañana. Eso sí, a las tres de la tarde estoy “echao”. Vamos, que ni se me siente…

Sobre el autor

Coronel médico

Francisco Hervás Maldonado es Coronel Médico en situación de Reserva, Dr. en Medicina y Director del Grupo de Estudios clínicos en Lógica Borrosa. Fue Jefe de Servicio en el Hospital Central de la Defensa y Profesor de Ciencias de la Salud (Universidad Complutense de Madrid). Ha escrito varios libros y numerosos artículos relacionados con Gestión y Matemáticas de la Salud. Entre sus aficiones destaca la música y la literatura.

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