De glorias y ditirambos

De glorias y ditirambos

Es frecuente que nos asedien PElotas DIversos No Identificados, a los que yo creo que debiéramos llamar con un acrónimo que les va al pelo, los PEDINI, pues al fin y al cabo ya lo pregona ese dicho soez:

Un pelota de cuidado,

Es el rey del dissimulo,

Y ha de estar muy controlado,

No te vaya a dar por culo.

Los PEDINI son diversos, como los bancos de atunes o las enseñas de las muy diversas naciones. Nadie calca la bandera del vecino, aunque no sea nada más que para no confundirse cuando se maje a palos con él. Todo fuera que por conquistar una loma le sacase un ojo a un pariente. Eso no está nada bien, aunque apetezca muchas veces.

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Por tanto, lo primero que hay que hacer con el PEDINI es saberlo descubrir, para lo cual existe un test de sospecha o detección y otro de confirmación. Ambas pruebas no entran, por desgracia, en la seguridad social, de manera que son de pago. Ahora bien, siempre cabe la posibilidad de establecer una iguala, si es que hemos de hacer muchos (cuarteles, colegios, universidades, grandes empresas, etc.), con objeto de poder rentabilizarlos. El control de calidad, que ha de garantizar la fiabilidad de nuestros resultados, puede y debe de ser efectuado por un organismo independiente, como pudiera ser la asociación de lavanderas del Eresma o el Club de petanca de Villanueva de Alcardete, entidades que –como todos sabemos– son instituciones sin ánimo de lucro y con espíritu muy poco empresarial.

Un PEDINI es un ser que no sabe vivir sin glosar. Es un glosador perpetuo en aras de su promoción profesional, económica, familiar, sexual o incluso gastronómica, entre otras muchas. Es un trepador nato, que utiliza la senda de la adulación, dado que el Sumo Hacedor no le dotó de recursos adecuados, sino que más bien sus recursos debieran llamarse recursis, pues no son gran cosa. El pedini hinca la rodilla en lo real o virtual ante su esperado promotor. Los hay que son pedini desde la infancia (son los pedini idiopáticos, esenciales o idiosincrásicos). Otros desarrollan la enfermedad a lo largo de su existencia, como consecuencia de diversas causas. Unos son de origen infeccioso, pues se contagian de un ambiente de peloturia, pelotiarrea, pelotornudos o puede que incluso pelotisis. La peloturia les lleva a ejercer la compañía en momentos miccionales, acompañada de chistes procaces, siguiendo a tan íntimo paraje a su peloteado, sin el más mínimo rubor. La pelotiarrea guarda relación con la interrupción verborreica de la competencia, al efecto de ser notada su presencia entre la concurrencia del pretendido benefactor mucho más que la de los demás. Un pelotornudo es quien interrumpe siempre aquello que no le interesa al laudado objeto de su glosa, bien con un ‘ejem’, ora con un ‘¡vaya por Dios!’, que focaliza la atención sobre su persona. Lo de la pelotisis es mucho más grave, pues se acompaña de sangrado, de manera que una lesión infringida por y sobre sí mismo, atrae la atención completa del respetable hacia su persona. Este pelota infeccioso es un pedini social, que a lo más consigue una pasantía, alguna beca o parabienes de índole afín. Los verdaderos pedini peligrosos son los politraumáticos. Se llaman así por pertenecer al gremio de la política y causar traumas graves a la sociedad que administran. Por ejemplo, un pedini típico de este grupo es un ser nombrado a dedo para que o bien actúe como sabueso controlador, por lo que es inmisericorde con quienes de él dependen, o como mangante por delegación, con una pequeña comisioncilla a cargo. Estos pedini politraumáticos son notablemente incompetentes, bastante déspotas y

–además– muy feos, porque los guapos pertenecen al tercer grupo de pedini, que tal vez sea el más inocuo: el de los sexinatos. Bueno, no siempre guapas (o guapos) las sexinatas, pero suele ser la regla. Por eso sucede que cuando uno lidia una sexinata, con dos capotazos mal dados sale a hombros, mientras que si se torea en casa, todo esta mal: que si el capote no se mueve, que si la faena ha sido corta, que si la estocada estaba muy baja…

Otros pedini preocupantes son los pelocarnóticos, que cual motor de Carnot no paran de hacer cosas, las más veces sin sentido, al modo del

motor de Carnot, logrando una máxima eficiencia con mínima o nula eficacia. Un pedini de esta guisa es incapaz de concluir en algo racional, pero, eso sí, no para de hacer cosas. Su vida, aunque no sean Camile Saint-Saens, se convierte en una especie de danza macabra berrenda en idiocia. Todas sus ideas son complejas e irrealizables, pero ocupan bastante el tiempo, de manera que proporcionan entretenimiento al prócer protector, quien, por ende, suele ser un individuo que se aburre. Esto les hace escalar peldaños en el mundo de la progresía, de manera que progresan hasta el borde del acantilado social, desde el que suelen despeñarse con suma facilidad, unas veces por instinto y otras empujados por quienes les suceden.

Los pedini son poco partidarios de la música, exceptuando los himnos triunfales y demás coreografías excelsas. Las serenatas, baladas y pizzicatos no los trabajan. La poesía es siempre elegíaca, puesto que su especialidad es siempre el verbo laudatorio. Eso no quita que cultiven la falacia puñalera con la competencia, porque al fin y al cabo, esta vida es purita competencia.

Cuando canta un gran pelota

En la trova se le nota

Vivir del peloteo es sencillo. Basta con ejercer la sumisión perfecta, haciendo de la propia vida una calcomanía de la ajena. Si el prócer juega al golf, el pelota ídem, pero siempre peor. Si el prócer ama la música, el pedini de turno se puede llegar a metamorfosear en violín, o incluso en violón, si es que el prócer está más rellenito. Cuando al prócer le gusta el vino, el pelota pone una bodega. Si es la ropa, el pelota vende trajes. Y así sucesivamente.

Pero no es tan malo ser pelota, al menos en determinadas ocasiones. Por ejemplo, cuando uno desea escapar de un mal mayor, el peloteo lo libera y, a guisa de intermediación, lo lleva a una situación temporal apócrifa en espera de tiempos mejores para lograr su reconversión. Se trata aquí del pelota simulado o simulota, quien lo único que busca es aliarse con el reloj en pos de su propia redención a más. Lo malo de estos simulotas es que no sabes cuándo puedes fiarte de ellos y cuándo no, porque son verdaderos maestros en el nobilísimo arte de la criptointencionalidad. Es como tener un espía al lado, pero sin saberlo.

La detección de los pedini se hace con dos pruebas, una de despistaje y otra de confirmación. La primera posee una altísima sensibilidad y una

menor especificidad, mientras que la segunda es altamente específica, aunque menos sensible.

Prueba de despistaje:

Han sido propuestos diversos tests, pero hoy en día el más comúnmente aceptado es el del sablazo extemporáneo. Pídasele dinero al pedini de turno, sin darle motivo o razón para ello. Si lo da, es un pedini o un santo. Para descartar que sea santo, hágansele leer las Glosas Emilianenses, de corrido y sin anestesia. Si lo logra es que es un santo. Si no, un pelota.

Prueba de confirmación:

Hemos de optar siempre por la vía genética, ya que, como todos sabemos, “la locura nunca cura y si cura, poco dura”. Por tanto, dos características han de tenerse en cuenta. En primer lugar, la querencia pelotera, que esa se hereda. Y, en segundo lugar, la afición, que esa se gana con los años. Esto nos sirve para diferenciar los pelotas idiopáticos de los sobrevenidos. Dicha prueba consta de dos partes. La inicial es un análisis de antecedentes (estudios, méritos, logros de competencia objetiva y real…). Si no los hay, se trata de un pelota idiopático o esencial. Y si los hay, es un pelota sobrevenido. La segunda parte es la tipificación, basada en la observación y el test del pedini o peditest, que es el siguiente:

1. ¿Está usted de acuerdo siempre con el superior?

a) Sí

b) No

c) Menos cuando duermo

2. ¿Cree usted que la obediencia ha de prevalecer sobre la razón?

a) Sí

c) No

c) Solo al jefe

3. ¿Ha de invitar siempre a su jefe?

a) Sí

b) No

c) Sí, pero siempre que sea posible con el dinero de otro

4. ¿Es usted partidário de compartir aficiones con su jefe?

a) Sí

b) No

c) Soy partidario de que mi jefe comparta aficiones conmigo.

5) ¿A quién sacrificaría por su jefe?

a) A todo bicho viviente

b) A nadie

c) A mis competidores y parientes

Cada respuesta a puntúa 1, la b 2 y la c, 3. Con más de 9 puntos, usted es un pelota. Con menos de 6, acuda inmediatamente al psiquiatra. En los valores intermedios, rece por sus muchos pecados.

Bien, pues esto del pedineo está muy sometido a mudanza, por lo que los pedini de hoy pudieran ser los esclavos del mañana y viceversa, que la gente es muy vengativa. Ya lo dice el refrán:

Tienes un futuro incierto,

Por mucho que des la nota,

O te pongas a cubierto,

Si es que ejerces de pelota.

En fin, que como bien decía Ghandi, si se practicase rutinariamente el ojo por ojo, todos estaríamos tuertos.

Seamos, pues tolerantes con los pedini, que no suelen dar de sí mucho más y también son hijos de Dios, mal que nos pese.

Sobre el autor

Coronel médico

Francisco Hervás Maldonado es Coronel Médico en situación de Reserva, Dr. en Medicina y Director del Grupo de Estudios clínicos en Lógica Borrosa. Fue Jefe de Servicio en el Hospital Central de la Defensa y Profesor de Ciencias de la Salud (Universidad Complutense de Madrid). Ha escrito varios libros y numerosos artículos relacionados con Gestión y Matemáticas de la Salud. Entre sus aficiones destaca la música y la literatura.

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