la tristeza

La tristeza

Siempre asociamos la tristeza con la depresión o con el fracaso, pero eso es un error colosal. Es cierto que la tristeza tiene mucho que ver con la frustración o incluso con la pérdida de alguien o de algo. En definitiva, la tristeza viene a ser la no aceptación de nuestra debilidad humana, de nuestra transitoriedad, de nuestra posibilidad de error a veces y no siempre de éxito, aunque también es un status biológico. La tristeza es la gran verdad de la existencia: somos muy poca cosa en el universo infinito. Por eso Platón, gran observador y razonador profundo decía aquello de que cada lágrima enseña a los mortales una verdad. Es cierto, en cuanto meditas un poco, en cuanto te pones el vestido mental de la humildad, descubres lo corto que es tu camino y la importancia tremenda del azar en tu vida. Tal vez por ello opinase Aristóteles que todos los hombres de talento han sido melancólicos.

Cervantes, que no tenía un pelo de tonto, escribió aquello de que más vale pena en el rostro que mancha en el corazón. Bien, demos un nuevo paso. Eso nos invita a pensar que tanto la tristeza como la alegría son actos voluntarios y nos escudamos siempre en motivaciones de dudoso calado. Federico García Lorca lo tenía claro: quiero llorar porque me da la gana, decía. Es complicado decir lo que es triste o alegre, pues para cada cual suele ser una cosa diferente. Por tanto, la alegría “oficial” o la tristeza vienen a ser conceptos de soporte estadístico. ¿Cuántos lloran por un ser querido? Pues depende de dos cosas en primer y fundamental lugar: del cariño que se le tuviera y del impacto que su pérdida produce en nuestra vida (económico, social, cultural, físico, comercial, etc.). Pero es que eso no es todo, pues la pérdida de una persona, animal o cosa muy querida conlleva su ausencia y un cambio en nuestro sistema de vida protagonizado por la soledad. ¿No hay algo de egoísmo en ello?

Lucio Anne Séneca decía: “la tristeza, aunque siempre esté justificada, muchas veces solo es pereza; nada necesita menos esfuerzo que estar triste”. A la alegría le sucede todo lo contrario, ya que se trata de un esfuerzo positivo por alcanzar el bienestar que otorga la felicidad. Son por tanto dos polos opuestos: el negativista y el positivista. Sin embargo, ni son iguales todas las tristezas ni tampoco todas las alegrías. Ahora bien, también Séneca nos enseña el camino para transformar lo negativo en positivo: “procuremos olvidar lo que, traído a la memoria, nos entristezca”. Perogrullo no lo hubiera dicho mejor. ¿Y quién o qué es Perogrullo?

Perogrullo es un nombre propio, compuesto de Pero, forma antigua de Pedro, y del adjetivo grullo (‘cateto, palurdo’). Designa a un personaje inventado, caracterizado tradicionalmente como simple (en el sentido de lelo) por expresar lo evidente o comúnmente sabido: Para el guisado de liebre hay que tener, primero, la liebre, nos decía Perogrullo. Debe escribirse Perogrullo con inicial mayúscula y preferentemente en una sola palabra, aunque también se acepta la grafía Pero Grullo.

Por tanto, Perogrullo manda en el corazón de los tristes, pero no tanto de los alegres. Porque es evidente que ni somos dioses ni vivimos eternamente. Un día uno se muere y aquí se queda todo. Además, con el paso del tiempo se llega a adquirir el anonimato o la falsedad de una vida que otros truecan en beneficio propio, callando lo que no les interesa y propalando lo que si les viene bien.

Yo creo que deberíamos atender a la lógica borrosa para poder comprender nuestros sentimientos. Me explico: tal como propuso Lofti Zadeh en 1965, el secreto está en la pertenencia parcial de los elementos al conjunto. Si nuestro sentimiento lo consideramos un conjunto borroso, vemos que cada sensación o percepción nueva está condicionada por los llamados predicados vagos, aquellos que solo orientan, pero no definen del todo al sujeto. Vamos a considerar algunos. Por ejemplo, el hambre, porque no es lo mismo tener mucha que poca hambre. ¿Y qué es mucha o poca, cómo lo medimos, por la glucemia, por la pérdida o ganancia de peso, por el tipo de dieta, por la hora de la comida, por la temperatura ambiental…? Pues por todo ello y muchísimas cosas más. Los seres vivos somos tan complejos que es imposible –en la práctica– normalizarnos, dependiendo en buena medida del azar, que no es sino el conjunto de variables desconocidas por nosotros y a las que no

podemos tener acceso por nuestra limitación témporo-espacial. Es decir, que como bien dijera Sócrates (o Platón, que no está claro): yo solo se que no se nada. Platón lo recoge en su Apología de Sócrates y también en su obra Menón. Aunque tal vez convendría seguir la frase, porque “como yo solo se que no se nada, pues ya se algo”.

Claro que Don Gregorio Marañón y Posadillo es tajante con eso de la tristeza: “si la pena no muere, se la mata”.

Por tanto, la relatividad de la tristeza, que es una obviedad por otra parte, hace que solamente dependa de nosotros mismos su progreso y mantenimiento.

¿Es la tristeza un signo de cobardía? No lo se. ¿Es una enfermedad? Tampoco lo podría afirmar tajantemente. Lo cierto es que tiene mucho que ver con nuestra fisiología hormonal y metabolismo. Pero es que tanto una cosa como la otra no pueden llegar a ser controladas del todo, aunque si muy mejoradas. Eso me lleva a la poesía de Lope de Vega, inigualable y muy explícita en cuanto a las sensaciones y sentimientos:

Desmayarse, atreverse, estar furioso

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor süave,

olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño;

esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Está claro: solamente el amor controla la tristeza y alegría. ¿Y qué es el amor?

¡Ah, si lo supiéramos…! Pero demos gracias a Don Félix Lope de Vega y Carpio, quien al menos lo intentó explicar y de forma muy bella.

Aunque… a mí me convence más el discurso del alcalde de mi pueblo: “Solamente dos palabras, más vino”.

Ese si que es un gran remedio contra la tristeza.

Francisco Hervás Maldonado

Primavera de 2022

Sobre el autor

Coronel médico

Francisco Hervás Maldonado es Coronel Médico en situación de Reserva, Dr. en Medicina y Director del Grupo de Estudios clínicos en Lógica Borrosa. Fue Jefe de Servicio en el Hospital Central de la Defensa y Profesor de Ciencias de la Salud (Universidad Complutense de Madrid). Ha escrito varios libros y numerosos artículos relacionados con Gestión y Matemáticas de la Salud. Entre sus aficiones destaca la música y la literatura.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *