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Publicaciones científicas y carrera profesional

Panorama

Las publicaciones científicas son inseparables del ámbito universitario y de la carrera profesional de intelectuales e investigadores. Su práctica, como requisito profesional, se ha extendido al campo sanitario y empresarial despertando el interés social.

Puede sorprender la relación con la docencia o la práctica médica, pero los méritos mensurables son esenciales para seleccionar a los mejores. Los artículos científicos, mejor que los libros, retratan la creatividad, iniciativas, dinamismo, actualización de conocimientos, trabajo en equipo, gestión de proyectos, prestigio profesional, etc.

Constituyen un valioso indicador de la idoneidad de un candidato, incluso cuando el perfil de la plaza no coincide con el de las publicaciones. Suele ocurrir en la trayectoria profesional universitaria, donde los objetivos docentes pueden quedar solapados por los méritos investigadores. La paradoja de investigar y publicar – cuanto más, mejor – en aspectos técnicos, como ¡mérito docente!, termina por crear inevitables distorsiones.

Antecedentes

 A finales del XIX se dio un enorme impulso a la ciencia, especialmente en Medicina, siendo el intercambio de información un elemento fundamental. La influencia de Ramón y Cajal fue intensa; no se cansaba de aconsejar la lectura de los rigurosos artículos de científicos alemanes. Él mismo se las ingenió para publicar en las más prestigiosas revistas extranjeras, tan importante en su Premio Nóbel. Animó a la evaluación de las publicaciones en la promoción curricular, pero con escaso éxito. Se suele citar el caso del profesor Del Río Lara, sucesor de Cajal, catedrático por concurso de traslado, con el mérito de doce publicaciones. Siguió el modelo de “Actinomicosis, a propósito de un caso”, “Actinomicosis, a propósito de dos casos”, y así sucesivamente hasta completar su historial investigador. La valoración “al peso” de las publicaciones era algo habitual.

  • Claro que en España investigar y publicar era como clamar en el desierto. El ingeniero español Echegaray, genio de Física y Matemáticas según el gran maestro Rey Pastor, obtuvo el Nóbel ¡de Literatura! en 1.904. Los relatos resultaban más gratificantes que los artículos científicos.
  • Pero el más demoledor fue Unamuno con la expresión “que inventen ellos”, la mediocre disculpa utilizada por numerosos españoles. La gripe, la Guerra Civil y el aislamiento internacional, sin investigación seria que comunicar, cortaron cualquier atisbo de competencia con el resto de Europa. Los méritos para optar a nombramientos en la posguerra eran políticos -oposiciones patrióticas- y las Universidades reanudaron sus actividades principalmente con excombatientes.
  • En los años 50 se inició la lenta normalización universitaria, estableciendo las condiciones para Catedráticos y Profesores Auxiliares (después Adjuntos y Titulares). Destacó el requisito del título de Doctor concebido para “iniciar al alumno de doctorado en el método científico” y como fuente de posteriores publicaciones.
  • Los resultados iniciales fueron desoladores. Para estabilizar al profesorado auxiliar se confirmaría como Adjuntos a los que fueran doctores antes de 1973. En 8 o 10 meses se defendieron más tesis doctorales que en los 10 años anteriores, sin recursos, rigor ni frutos posteriores. Más de mil Adjuntos juraron conjuntamente su plaza en el acto conocido popularmente como “El rodillazo del Teatro Real”. Se estabilizó a un cuerpo de profesores, pero el prestigio de la Tesis doctoral quedó dañado. Eso sí, aprendimos la importancia de los “requisitos” en la investigación universitaria, hospitalaria, etc. 

Publicaciones: de la necesidad, virtud

Bastó incluir la evaluación de méritos científicos en las convocatorias de plazas para multiplicar las publicaciones sin acompañarse de patentes ni descubrimientos relevantes. Se extendió por las instituciones el  lema de “Publicar o fracasar”. Inevitablemente se hicieron frecuentes los plagios, fraudes, falsificaciones y compraventas de tesis doctorales, trabajos o experimentos. A veces con descarada publicidad. Actualmente se estima que en más del 30 % de los artículos publicados hay autores fantasma, que no aparecen y han participado o al revés.

  • El milagro de los panes y los “papers”. Asistimos a un fenómeno insólito en los últimos 30- 40 años. ¿Estamos ante una inflación de artículos científicos? No hay institución seria (universidades, hospitales o sociedades científicas) sin revistas donde publicar artículos que la prestigien. La relación de editoriales es interminable.
  • El “Journal Citation Reports” relaciona las 125 mejores revistas españolas ordenadas por su “factor impacto”. Las redes, aportan datos llamativos: más de un millón de artículos científicos al año, 20.000 españoles, ¡solo en Biomedicina!
  • Recientemente el periodista M. Ansede publicó una información, bien conocida en el mundo científico, sobre la sorprendente producción de algunos investigadores. Refiere el ejemplo de un profesor-investigador español, que firmó 176 artículos científicos el año pasado, ¡uno cada dos días! Resulta inexplicable compaginar así el tiempo de docencia, investigación y publicaciones.
  • Hay miles de “escritores” en el mundo que superan los ochenta artículos anuales. Algo no cuadra; ni siquiera dedicándose en exclusiva a escribir. La vanidad y competición de algunos científicos por el número de artículos publicados y los “puntos impacto” pueden llegar a constituir una adicción preocupante.
  • Hemos llegado a un punto en que se puede hablar de tráfico de artículos. Existen auténticas fábricas ilegales (Paper mills) vendedoras de fotos, gráficos y artículos fraudulentos, listos para su publicación en cualquier área del conocimiento. El mercadeo se extiende a revistas de prestigio que cobran por publicar, arriesgando la independencia de sus políticas científicas.
  • La promoción y el liderazgo profesional, así como la clasificación de universidades, hospitales o compañías farmacéuticas, están en el centro del citado tráfico. La insólita situación de la ciencia en las rutas mercantiles está servida. No es que sea la regla, pero los casos conocidos socavan seriamente el prestigio del resto.

Resumen

En la práctica, la valoración de la capacidad docente, asistencial o directiva de un líder puede resultar compleja. Por eso son atractivos los méritos científicos: son fáciles de cuantificar con el número de publicaciones, cualquiera que sea la trayectoria investigadora. Además, la calidad se puede medir con el número de citaciones, factor impacto de la revista, posición del firmante, patentes resultantes,…

El debate es doble. Por un lado tenemos la frecuente distancia entre las áreas investigadoras y las obligaciones profesionales y la tentación de abandonar unas por las otras. Por otro, la fiabilidad de las publicaciones ante los, cada vez más frecuentes, plagios, fraudes y comercialización de la ciencia.

En definitiva, las comisiones éticas, normativas de las revistas y declaraciones de agencias internacionales, no bastan para atajar el problema. La aplicación independiente y rigurosa de la valoración de los méritos científicos parece ser el único remedio. 

Sobre el autor

Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.

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