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Vacunas españolas fallidas   

Pasadas las primeras oleadas de pandemia de COVID, asistimos al común denominador de las epidemias: la activación del olvido. No se recuerdan los primeros remedios de aficionados, ya fueran con lejía, conjuros o energizantes varios. Se difumina el reconocimiento de éxitos y fracasos sanitarios, políticos y de gestión, así como el papel de los medios de comunicación. Es humano pasar página a los sufrimientos y sus consecuencias. Sin embargo, las vacunas siguen de actualidad y evocan algunos recuerdos con sus lecciones correspondientes.

Iniciativas españolas oficiales.- Sobre las esperanzadoras vacunas españolas, unas pocas frases de diferentes medios de comunicación, referidas a continuación, pueden sintetizar la crónica del momento. Tres Quijotes jubilados, mayores de 70 años, del CSIC investigan en vacunas; estarán disponibles en unos meses para terminar con la pandemia. Contamos en España con equipos preparados, liderados por expertos de probada experiencia en vacunas, que impedirán la transmisión y evitarán los contagios. Los insignes científicos jubilados del CSIC encuentran trabas para sacar adelante sus vacunas. Los proyectos iniciados necesitan más recursos para continuar. Las Agencias de evaluación demoran los permisos necesarios. Las dificultades para reclutar voluntarios son notables. Tres héroes maltratados. Esta última frase apuntaba al abandono definitivo de los proyectos.

Vaya por delante el reconocido prestigio internacional en el campo de la Biología molecular de los investigadores Enjuanes, Esteban y Larraga. Tras su jubilación han demostrado una encomiable ilusión por aportar soluciones a la pandemia. El Gobierno, por el procedimiento de urgencia (Real Decreto 8/2020) acordó financiar la investigación en COVID del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Concedió cuatro millones de euros para el desarrollo de ¡dos vacunas! y 400.000 euros para contratar a ¡9 personas! Todo para proyectos liderados por investigadores sin equipo, o muy exiguo, ya que estaban jubilados oficialmente.

Iniciativas empresariales.- Las Farmacéuticas saben lo que se juegan con ocurrencias aisladas sin planificar debidamente. Por eso se aseguran colaboraciones, financiación y trámites oficiales, para competir con posibilidades de éxito. En pocos meses sorprendieron al mundo las americanas Pfizer y Moderna y la inglesa Astra-Zeneca, presentando las primeras vacunas. Además, en Occidente goteaban las noticias sobre nuevas vacunas en estudio, que ya llegaban tarde para competir en condiciones desiguales. Entre las primeras decenas anunciadas de todo el mundo estaban las españolas “oficiales”, que coparon los medios nacionales de comunicación durante muchos tiempo. Países como China y Rusia no se consideran, porque sus fármacos no pasan los controles imprescindibles.

La firma Pfizer desarrolló su vacuna con un presupuesto superior a 500 millones de euros. Estaba unida a BioNTech, con el apoyo alemán de 375 millones y la participación de unas 600 personas de varios centros de investigación. Hay que sumar el reclutamiento de varios miles de voluntarios para los ensayos clínicos. Los proyectos de las vacunas de Moderna y Astra siguieron rutas similares sobre características, financiación, plazos, controles de las Agencias (Americana y Europea del Medicamento) y resultados de ensayos. Tiene una lógica muy costosa; la investigación de cualquier fármaco sigue unas etapas establecidas en rígidos protocolos antes y después de comercializarse. Otras formas de investigación, mejor aplicarlas a la gaseosa como diría Eugenio D´Ors.

Interrogantes.- Comparando algunas características de unas y otras vacunas, puede comprenderse el evidente malestar de científicos españoles. Se han oído preguntas que implican una crítica solapada. ¿Hubo convocatoria previa o, por la emergencia, se asignaron los fondos discrecionalmente? ¿Con qué criterios? ¿Quiénes valoraron los proyectos españoles, la ANECA, la Agencia Española del Medicamento o los “Expertos pandémicos” del Gobierno? ¿Informó o autorizó el CSIC el uso de sus instalaciones y equipos por los ilustres científicos jubilados? ¿Por qué no se unifican grupos similares que trabajan pared con pared? ¿Hubo comunicación con las multinacionales farmacéuticas? ¿Ninguna Institución advirtió a los investigadores de los requisitos y complejidad del proyecto? ¿Tendrá el Gobierno la tentación de financiar con migajas nuevas vacunas de similar envergadura?

Pues esto es lo que tenemos en las instituciones públicas, empujando a jóvenes con capacidad de liderazgo a emigrar o enrolarse en proyectos privados. Como muestra tenemos la vacuna de la farmacéutica española Hipra. Ha desarrollado una vacuna viable, cumpliendo todos los requisitos, eficaz para nuevas variantes, como refuerzo de las consideradas clásicas. Aprobada por las Agencias española y europea, cuenta ya con el compromiso de adquisición por numerosos países.

Precedentes de vacunas españolas conflictivas. Los que consideren el debate de las vacunas COVID como algo excepcional se equivoca. Parece que vacunas y conflictos son inseparables en España como muestran los precedentes históricos.

La expedición Balmis fue menos romántica de lo que nos presenta la literatura histórica. La dudosa justificación monárquica, discusión si variolización o vacunación, financiación, utilización de niños expósitos o la ruta, provocaron no pocos conflictos políticos y económicos. Otra experiencia desafortunada, conocida como la “batalla de Madrid”, se libró entre el grupo liderado por el pediatra Bosch Marín y el del virólogo Pérez Gallardo. Enemistades, denuncias y demoras de vacunación frente a la poliomielitis fueron algunas consecuencias. Los nacionalismos de las vacunas COVID (China, rusa, americana, inglesa) han pesado, y mucho, en la elección. El debate internacional sobre disponibilidad inicial, financiación, política de compras con Europa, control sanitario, etc. es bien conocido. 

Concretamente con vacunas españolas también hay precedentes poco edificantes. La vacuna de Ferrán frente al cólera estuvo plagada de discusiones y descalificaciones, por Cajal entre otros. La discutible preparación, los ensayos limitados a la propia familia y la falta de apoyos políticos la relegaron al olvido. Durante los años 30 del siglo pasado un laboratorio privado administró miles de dosis de una vacuna antigripal preparada con la bacteria H. influenzae. Según las crónicas, los resultados fueron excelentes…, pero hubo de suspenderse la campaña al descubrirse la etiología viral de la gripe.

En 1.949 se presentó la vacuna contra el tifus exantemático de Clavero y Pérez Gallardo. Resultó un fracaso porque ya habían pasado los peores brotes y se descubrieron antibióticos eficaces. Con la vacuna de Covaleda y Pumarola contra la leptospirosis se inició una campaña, reducida a algunas zonas de arrozales. La rápida superación del problema, quizás por la desratización, saneamientos,  protección de los segadores y antibióticos, acabó con su uso. En el siglo XXI podemos citar las investigaciones de C. Martínez con la vacuna antituberculosa y las colaboraciones de P. Alonso con la vacuna antipalúdica (Glaxo S. K.). El futuro de ambos proyectos dependerá, en buena medida, del grado de implicación de las multinacionales farmacéuticas.

En conclusión, los científicos españoles siempre demostraron gran valía, pero el desarrollo y aplicación de las vacunas son asuntos complejos. Su gestión no debe caer en manos de aficionados…ni de gobernantes en exclusiva.

Sobre el autor

Médico, fue profesor de varias universidades españolas donde trabajó sobre: diagnóstico, nuevos antimicrobianos, modelos de cultivo continuo y arquitectura de poblaciones bacterianas. Su labor se plasmó en numerosas publicaciones científicas, libros y artículos de divulgación. En Esfera Salud, sus artículos de divulgación sobre historia y actualidad de la Medicina, están dirigidos al público interesado en temas de Salud.

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